¡Escucha!
“La oscuridad te enseña a escuchar los ruidos más insignificantes.”
Celia Del Palacio
Medio día del 1 de noviembre de 2019 en un tren que iba de Madrid a Salamanca; en España era fin de semana de asueto por la celebración de Todos Santos y las personas estaban viajando para pasar el fin de semana con familiares y amigos.
La estridente voz de uno de los pasajeros que hablaba por celular me permitió enterarme de parte de su conversación. Era un hombre de aproximadamente 50 años, bien vestido y con un gesto de hastío que ya se le había marcado profundamente en el rostro. Por lo que pude percibir hablaba con su hermano, se quejaba amargamente de lo difícil que era no tener tiempo para la vida personal y familiar. Decía algo así como: “sí tengo mucho trabajo, me va muy bien pero no tengo tiempo de nada, no he visto a mis padres, prácticamente no conozco a mis sobrinos…” y así continuó largo rato lamentándose. He de compartir que este era un tema recurrente y acalorado de las conversaciones en las plazas, en el transporte público, etc. Pero también lo es aquí en México, nuestro país.
Quién nos iba a decir que, a pocos meses, quienes tenemos el privilegio de hacerlo, estaríamos confinados en nuestros hogares, a causa de una contingencia sanitaria, compartiendo nuestro tiempo y espacios con esas personas con las que vivimos, pero poco convivimos.
Así empezamos un ejercicio de retomarnos en ese lugar al que muchas veces solo llegamos a dormir y en el mejor de los casos también a comer. Un día sin más, nos encontramos los habitantes de ese sitio teniendo que compartir espacios, tiempo, tareas, necesidades, voluntades, necedades, frustraciones y un largo etcétera.
Con el paso de los días la situación se puede hacer tensa y crítica, los padres haciendo home office, los hijos home schooling, si se contaba con el apoyo de una trabajadora doméstica, se ha tenido que prescindir de ella para cuidar de su salud y la de los suyos también.
Todo ha cambiado. Y dentro de ese reacomodo, afuera también cambian las cosas, la naturaleza se toma un respiro y los animales reclaman sus espacios, esos que les han sido arrebatados por nosotros. Entonces, resulta que a nosotros nos queda espacio para la reflexión:
¿cuáles son las actividades que realizo?, ¿son todas valiosas?, ¿qué me aportan a mí?, ¿qué le aportan a los otros?, ¿qué le aportan al mundo?, ¿cuánto tiempo y recursos dedico para los traslados a mi centro de trabajo?, ¿cuánto tiempo dedico a las conversaciones profundas con las personas que me importan?, ¿qué tanto me escucho, a mí y a los otros?, ¿cómo nos cuidamos?, ¿cómo distribuimos las cargas de trabajo en el hogar y con el cuidado de los hijos?… hacemos el viaje que va de lo individual a lo colectivo, porque aquí estamos todas y todos en esta situación que nos revela contundentemente lo profundo de nuestra interdependencia y de la importancia de ser empáticas y empáticos con nosotros y con las otras y los otros.
En momentos de tensión, las relaciones suelen afectarse, los ánimos y las emociones juegan un papel protagónico pues estamos siendo exigidos a salir de nuestra cotidianidad donde todo está bajo control, esto puede generar angustia, miedo, estrés, etc., si a eso sumamos la cantidad de información negativa que circula en redes sociales tenemos un cóctel perfecto para provocar estados emocionales que nos limitan.
Ante el reto que implica esta experiencia sin precedentes en la historia posmoderna, un recurso emerge de entre las sombras para ayudar a transitar por este proceso: ¡Escucha! Damos por sentado que escuchamos, pero no necesariamente es así. Para llegar a la empatía es imprescindible abrir espacios de escucha y resalto que no escribo espacios de diálogo, que nos permitan practicar esta habilidad fundamental para cuidarnos y cuidar de nuestras relaciones.
La escucha empática es el recurso que nos permitirá extraer aprendizajes y conciencia sobre todo lo que está pasando a nuestro alrededor y, de igual modo, en nuestro interior. A través de la escucha empática podemos hacer puentes con aquellas personas que nos importan, reconociendo y dando valor a sus inquietudes y necesidades, estando más disponibles para ellas y ellos.
Algunas sugerencias para poner en práctica la escucha empática:
- Escucha atenta y pacientemente, con auténtico interés por la otra persona.
- No emitas juicios. Respeta.
- Ocasionalmente participa haciendo preguntas o un breve resumen de lo expuesto para validar y mostrar que has entendido lo que se dice.
- Cuando sea apropiado, repite frases clave para alentar a la persona a abrirse.
- Presta atención al tono de voz y al lenguaje corporal, lo que no se dice da indicios del estado emocional, pregunta si tus interpretaciones acerca de sus emociones son certeras y, nuevamente, no juzgues.
- Apoya y aprecia su punto de vista.
- Identifica sus necesidades.
Puedes ir incorporando poco a poco cada uno los puntos mencionados y verás extraordinarios efectos. Con los niños también resulta muy interesante abrir espacios de escucha, incluso aprenden a solicitarlo. Recuerda que un oyente empático es solidario, amable y afectuoso.
Hablar de nuestras emociones, reconocerlas y compartirlas es un primer ejercicio de empatía que ayuda a liberar la carga. Estamos frente a una inmensa oportunidad de escucharnos y de escuchar a aquellos que amamos para regresar fortalecidos y reconstruidos.