La economía social y las
cooperativas
Las cooperativas se organizan desde la colectividad, garantizando que la generación de trabajo y riqueza, resultado del proceso económico, tenga una redistribución equitativa.
Hoy nos encontramos ante una forma de organización económica que no presenta posibilidades para vivir dignamente. En el último reporte presentado por Oxfam, se expone que la mitad de la población en el mundo no cuenta con los recursos para resolver sus necesidades básicas. El documento también expone que al día mueren 10,000 personas por no poder costear la atención médica, ni de ellos, ni de su familia. Los datos anteriores son una muestra de que la forma en que se organiza actualmente la economía no está cumpliendo su objetivo, por ello, “es fundamental replantear la manera de entender, hacer y organizar lo económico”[1].
Se tiene hoy el desafío de construir, desde diferentes espacios, una economía que garantice la vida, una forma de organización que permita a la sociedad en su conjunto, satisfacer sus necesidades.
Esta es la manera en que se entiende a la Economía Social, una propuesta que tiene su origen en el asociacionismo obrero del siglo XIX, que coloca en el centro y, como fin último de todo proceso económico, la satisfacción de las necesidades de las personas, es decir, garantizar las condiciones materiales básicas para reproducir la vida.

Una de las prácticas más claras para entender la propuesta está en las cooperativas, al ser unidades encargadas, según su tipo, de diversos procesos económicos. Todos los medios materiales se traducen en capital social, que es generado por los socios quienes a su vez son trabajadores. Esto desdibuja relaciones de explotación y acumulación, ya que la riqueza generada por el trabajo de la cooperativa es distribuida, según la decisión democrática de los socios-trabajadores, de manera equitativa.
Las cooperativas se organizan desde la colectividad, garantizando que la generación de trabajo y riqueza, resultado del proceso económico, tenga una redistribución equitativa, el rumbo lo deciden los integrantes de manera democrática y mediante consenso; los procesos y la gestión de la organización se realizan desde principios y valores de solidaridad, transparencia, ética, democracia, entre otros.
En la actualidad, las cooperativas cuentan con casi mil millones de socios y generan más de 100 millones de empleos, un 20 % más que las firmas multinacionales, según datos de la Organización Internacional del Trabajo. En México es necesario impulsar este sector como un mecanismo para reducir las brechas de desigualdad y como una alternativa viable para resolver la vida.
[1] 1.Hinkelammert, F. J., & Mora, H. (2013). Hacia una economía para la vida. Universidad Nacional de Costa Rica.