Urgente dignificación del trabajo
Una apuesta desde la Economía Social.
Hablar de trabajo no es tarea sencilla, debido a sus diversas definiciones por parte de teóricos y científicos sociales, así como sus diversas interpretaciones en otros campos, por otro lado, las formas de organización y caracterización de cara a los cambios sociales, tecnológicos, económicos, etc, también han generado una resignificación del concepto. De forma generalizada, cuando hablamos de trabajo, podemos decir que este se constituye como el conjunto de facultades físicas y mentales que un ser humano consume para producir valores de uso de cualquier índole (mercancías, artesanías, productos, servicios, etc.), del mismo modo, trabajo se traduce en trabajo productivo o reproductivo. El primero esta relacionado con la producción de bienes o servicios que poseen un valor de cambio, el cual puede ser intercambiado por un salario o bien actividades desarrolladas por cuenta propia. Por su parte, el trabajo reproductivo constituye las tareas necesarias para garantizar el cuidado y supervivencia de las personas realizado principalmente en el hogar, este engloba, el trabajo doméstico, de crianza, de cuidados, de reproducción, etc.
En cuanto a trabajo productivo se refiere, las condiciones de acumulación capitalista mundial han supuesto el desarrollo de determinadas relaciones, y formas de organización del este, de tal forma que se caracteriza por una flexibilización, terciarización, precarización, mercantilización, deslocalización desreglamentación, desregulación, alienación, explotación y lo que supone este último es la extracción de plusvalía[1], además, con una determinada organización sexual, definida por los roles de género y una división internacional del trabajo -la división entre países periféricos y céntricos-. Dichas condiciones, ponen de manifiesto que aún estamos lejos de cumplir el objetivo de crear Trabajo Decente[2], propuesto por los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030 a pesar de los esfuerzos. Del mismo modo, derivado de las diferentes crisis del modelo neoliberal y capitalista, se han generado grandes ejércitos de desempleados. Lo cual supone una contradicción debido a que mientras la actividad productiva y el consumo colapsa, la fuerza de trabajo o la disposición del ejército de trabajadores -en su mayoría empobrecida y desposeída de los medios y capital para producir- se caracteriza por una sobreoferta. Esto quiere decir que los trabajos, como fuente de valor y riqueza no entran en crisis, sino el mercado trabajo productivo.

Por lo tanto, al ser el trabajo, la fuente de valor y fuente principal de la producción de riqueza, urge reactivarse y orientarse hacia prácticas solidarias y cooperativas que apunten hacia su dignificación y su valoración, considerado más allá de ser un mero factor de producción. En este sentido, la economía social promueve la abolición de la explotación de la fuerza de trabajo, a través del trabajo asociativo, la propiedad colectiva de los medios de producción, y su dignificación a través de la práctica de los valores y principios democráticos. Además, propone empleos no vistos como una carga, sino como un medio de autonomía, autodesarrollo, independencia económica, en la búsqueda de la satisfacción de las necesidades materiales y simbólicas, garantizando la reproducción de la vida de las personas y comunidades. Cabe destacar que las organizaciones de economía social aún representan retos enormes frente a la precarización, no obstante promueven a la resolución de manera colectiva, lo que permite unir esfuerzos y recursos para resolver dichas problemáticas. Incluso en contextos de crisis, las empresas de economía social poseen capacidad para adaptarse y modificarse internamente, rompiendo así los moldes del mercado de trabajo.
Trabajo reproductivo
Por otro lado, cuando le apostamos a la dignificación del trabajo, no solo nos referimos al trabajo productivo remunerado, sino también a los trabajos reproductivos que en su mayoría no son remunerados, los cuales se han mantenido invisibilizados, no valorados y feminizados, por lo que resulta urgente reconocer estos trabajos, los cuales son y han sido esenciales para reproducir la vida, y la generación de valores de uso. Justamente en períodos de recesión económica, cobran mayor relevancia por su capacidad de continuar la vida. La economía social, en su apuesta por el reconocimiento de dichos trabajos, propone también la descomposición de los determinismos por género, es decir, que los trabajos de reproducción no sea desempeñado solo por mujeres, sino que todos seamos participes y responsabilizarnos de dichos trabajos. En esencia la economía social coloca en el centro a la vida, es decir al ecosistema y a la humanidad en detrimento del capital, pues su lógica no es la acumulación sino también colocar en el centro al trabajo de las personas.
Trabajo y tecnología en la economía social
En cuanto al papel de la tecnología en el trabajo productivo y en concreto desde el enfoque de la economía social, si bien los avances tecnológicos como el Internet de las cosas, los grandes volúmenes de datos, la robótica, la digitalización, la industria 4.0 entre otros, promueven la resolución de problemas, resuelven necesidades y mejoran la eficiencia de procesos productivos, etc., en algunos sectores estos cambios han provocado el desplazamiento de trabajadores, sustituyéndolos por sistemas automatizados. Ante esto, la economía social propone enfrentar dichos retos, a través de la utilización de la tecnología para la creación de trabajo digno y la conservación del empleo, buscando generar un equilibrio entre trabajo físico y adopción de la tecnología.[3]
Es importante tener claro que la implementación de determinadas tecnologías deben responder a la satisfacción de las necesidades socialmente necesarias y vitales de la sociedad, en contraparte al uso de la tecnología con fines depredadores. Por esto, la economía social también propone y fomenta la utilización de la tecnología, apostándole a nuevas formas de producción ecológicamente viables y sustentables.[4] Por otro lado, las organizaciones, incluidas las empresas de economía social, promueven la socialización y democratización de la tecnología, colocandola al alcance de cualquier persona, y lo más importante, al servicio de la vida, más no a la reproducción del capital desmedido.

La tecnología puede ser un buen aliciente para
promover y mejorar los distintos trabajos, tanto productivos como
reproductivos, detonar la industria y el consumo local, así como fomentar el
autoempleo. Su buen uso puede promover la autosuficiencia y la autonomía
productiva de determinados territorios, ayudando a alcanzar y mantener la
soberanía en diferentes sectores y actividades económicas. Es deseable y
posible encontrar un equilibrio entre trabajos dignos y visibilizados, y la
utilización de la tecnología en función de la vida desde la Economía Social.
Existen diversas experiencias que equilibran dichos elementos tal como la
Cooperativa Fab Lab Analco -el único Fab Lab gestionado por artesanos y que
funciona como cooperativa-, Médica azul -quién ha mostrado su apoyo a los
enfermos por COVID-, el grupo Cooperativo Mondragón, Dabne, una de las
cooperativas de software libre, proyecto Mondragón Corporación Cooperativa
(MCC) del País Vasco, los casos de
cooperativas de energías renovables como Enercoop, Ecopower, las cajas de
ahorro que se van digitalizando e incorporando al sector fintech, entre otros
ejemplos, que nos pueden dar una guía de cómo la reorganización de los trabajos
hacia formas más colaborativas y dignificantes, así como el aprovechamiento adecuado
de las tecnologías pueden coadyuvar al bienestar generalizado de la sociedad y
no solo de unas cuentas manos.
[1] Marx, K. (2005). El Capital, tomo I, vol. 1. México, Siglo xxi Editores. p. 262
[2] https://www.undp.org/content/undp/es/home/sustainable-development-goals/goal-8-decent-work-and-economic-growth.html
[3] Borzaga, C., Salvatori, G. & Bodini, R. (2017). La Economía Social y Solidaria y el Futuro del Trabajo. Ginebra. Centro Internacional de Formación. Organización Internacional del Trabajo.
[4] Mies, M. (2019). Patriarcado y acumulación a escala mundial. Madrid, España. Editorial Traficante de sueños.